Museo Cristiano

Museo Cristiano

El 4 de octubre de 1757, con la carta apostólica Ad Optimarum Artium, Benedicto XIV (Lambertini, 1740-1758) decretaba el nacimiento, en el Vaticano, del Museo Cristiano, en el extremo meridional del «corredor» que delimita a oeste el Patio del Belvedere. El acto mismo que aprobaba su institución, precedido por la adquisición de núcleos de colecciones privadas, disponía que la ingente colección estuviese bajo el cuidado del erudito veronés Francesco Vettori (1692-1770), llamado a ser superintendente de un complejo de más de mil documentos. El Museo mismo, centrado en la exposición de restos arqueológicos provenientes de las catacumbas, se proponía iluminar, a través de los instrumentos de la exégesis historiográfica, el patrimonio de fe y cultura de los Cristianos de los primeros siglos, marcado por una lectura apologética y, al mismo tiempo, filológica de los objetos hallados. Bajo la guía de Vettori, los materiales juzgados atinentes al diseño histórico de la colección se montaron según criterios de carácter eminentemente clasificatorio, dentro de armarios específicamente concebidos para su exposición. Con la expansión de la colección y su extenderse a los testimonios de arte y de culto de los siglos sucesivos, el Museo gradualmente fue ocupando las estancias adyacentes, a lo largo de la directriz meridional del «corredor» de Belvedere, como la Sala de los Papiros, destinada por Clemente XIII (Rezzonico, 1758-1769) a exponer los papiros latinos de la iglesia ravenesa (siglos VI-IX), y la que después se denominó de los Mensajes, asignada por Pío VII (Chiaramonti, 1800-1821) a alojar los libros de su propia Biblioteca y por Gregorio XVI (Cappellari, 1831-1846) a la exposición de “una rara e importante colección de pinturas cristianas de los primordios del arte” (la de los llamados “primitivos”, que San Pío X trasladó más tarde a la nueva Pinacoteca). Con el alejamiento de las pinturas en 1909, la sala se destinó a la custodia de los “mensajes” de saludo a León XIII (Pecci, 1878-1903) y a Pío X (Sarto, 1903-1914), a quien se debe el nombre que conserva todavía hoy. Desde 1936 se conservan allí las extraordinarias colecciones de artes aplicadas de la Biblioteca, trasladadas desde 1999 a la competencia de los Museos Vaticanos.